SOLEMNIDAD DE STA.MARIA,MADRE DE DIOS

SOLEMNIDAD DE STA.MARIA,MADRE DE DIOS

Domingo, 1 de Enero de 2011

MARIA MEDITABA TODO ESTO EN SU CORAZON

1ªLect.:Números 6,22-27:Invocarán mi nombre y los bendeciré

Sal 66,2-3.5.6 y 8.:El Señor tenga piedad y nos bendiga

2ªLect.:Gálatas,4,4-7:Dios envío a su Hijo,nacido de una mujer.

Evangelio:Lucas 2,16-21:Le pusieron por nombre Jesús

Se nos narra en la historia de la Iglesia que ,al anochecer, enterada la comunidad cristiana de Efeso (431),con antorchas acudió al lugar donde los Padres conciliares habían declarado solemnemente que al ser María, madre de la persona del Verbo, Dios y hombre, María es Madre de Dios, la Teotokos.

Al confesar la maternidad divina de María profesamos la fe en la humanidad y divinidad de Jesús, el sublime consorcio de Dios que  acampó entre nosotros y se hizo hombre,”que por nuestra salvación bajó del cielo”

“Nacido de una mujer, nacido bajo la ley para rescatar a los que estaban bajo la ley, para que pudiéramos ser hijos”.Dios entrando en la corriente de la vida humana impregnada por la ley del pecado, en su Hijo Jesús, hijo de mujer, quiebra el embrollo y confusión de la humanidad herida para elevarla a la “plenitud de los hijos de Dios si creen en El ”como dice el Prólogo al evangelio de S.Juan. ¡Cómo me sorprendió  el testimonio de una mujer que en su edad adulta se sentía profundamente invadida por el sentimiento y convicción de “ser hija e Dios” ¡Daba saltos de alegría ¡O a aquel hombre adulto que se repetía así mismo:¡Dios me ama¡¡Soy hijo de Dios¡

Una vez más en la Maternidad divina de María celebramos el don, lo que Dios hace por nosotros sin nuestra intervención. Dios viene a nosotros, nos desconcierta su amor, su grandeza, su entrega.

San Agustín se expresa en estos términos ante el misterio de la maternidad divina de María:”antes de dar a luz a su Hijo ya ha sido discípula de Jesús. Formémosle en nuestro corazón.”

María conservaba todas estas cosas meditándolas en su corazón. No pura pasividad sino asentimiento y reconocimiento de Dios en sus obras grandes. María, José, los pastores dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído son expresión del estupor, la admiración, el impacto jubiloso, el fulgor, la gloria que desprende el Misterio de Dios.

Si no nos sentimos impactados, admirados ante el misterio quizá tengamos obturadas nuestras sensibilidades espirituales para el encanto, lo gratuito, la gracia, el don. Si nuestra mirada humana se ilumina más ante una riqueza humana: dinero, poder, posesión, bienes, prestigio que ante un gesto de solidaridad, perdón, compasión o caridad, algo falla en nuestra urdimbre humana llamada a ser divinizada por el encanto de Dios, hecho hombre. No porque las riquezas y los bienes materiales sean malos sino porque-en la liturgia de ayer se lo pedíamos-sostenidos por el consuelo de las cosas temporales nos han de ayudar a aspirar con confianza a los bienes eternos, lo definitivos.

Por esto hoy también le pedimos al Señor nos “conceda experimentar la intercesión de aquella de quien  hemos recibido a su Hijo Jesucristo, el autor de la vida, Príncipe de la paz.””Así como nos llena de gozo celebrar el comienzo de nuestra salvación, nos alegremos un día de alcanzar su plenitud””Hemos recibido con alegría los sacramentos del cielo, que ellos nos ayuden para la vida eterna a cuantos proclamamos a María Madre de tu Hijo y Madre de la Iglesia”

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